Literatura. 15 de mayo.
Hola chicos. Con
estos tres tratados finalizamos la lectura de la novela. Al final, podrán
encontrar el trabajo práctico.
Será evaluada la
lectura comprensiva, la reflexión, ideas propias así como también la redacción
y el vocabulario.
TRATADO QUINTO
El quinto amo que tuve fue un buldero(63), el más
sinvergüenza y caradura que yo nunca haya conocido, que utilizaba ingeniosos
modos y maneras para engañar a la gente. En los pueblos donde iba a vender las
bulas(64), primero regalaba a los clérigos y curas del lugar algunas cosillas
de poco valor(65): una lechuga murciana, un par de limas o naranjas, un
melocotón, un par de duraznos, o unas peras. Así procuraba tenerlos
predispuestos para que favoreciesen su negocio y llamasen a sus feligreses a
tomar la bula. Cuando trataba con los curas se informaba de sus conocimientos.
Si veía que eran cultos, no hablaba en latín para no meter la pata, al
contrario utilizaba un fluido y gracioso romance(66). Si sabia que los clérigos
eran de los reverendos(67) que se habían ordenado con más dinero que con
letras, les hablaba dos horas en latín: al menos, lo parecía, aunque no lo era.
(63)Buldero o bulero. Funcionario autorizado para distribuir
bulas y recaudar las limosnas que daban los fieles a cambio de las bulas. (64) Documento
en el que el Obispo o Arzobispo de una Diócesis concedía indulgencias o
privilegios o eximía de ciertas obligaciones como ayunar en Cuaresma. (65) Los
bulderos contrataban a frailes y curas para que motivaran a la gente a comprar
bulas. (66) Lengua derivada del latín, como el castellano. (67) Las reverendas
eran cartas de recomendación de un Obispo a otro, se llamaban así porque
empezaban «Reverendo en Cristo...». Mediante estas recomendaciones fueron
ordenados sacerdotes algunos ignorantes que, en tono de burla, eran conocidos
como «reverendos».
Cuando por las buenas no le compraban las bulas, utilizaba
trucos y artimañas. Y como sería largo de contar todos los que le vi hacer,
diré uno muy ingenioso y gracioso, con el cual probaré su inteligencia. En la
Sagra de Toledo había predicado dos o tres días y no le habían tomado bula, ni
a mi ver tenían intención de tomarla. Una noche, en la posada, después de
cenar, se jugó la cena con el alguacil. Discutieron y llamó al alguacil ladrón
y el otro a él falsario. El señor comisario, mi señor, tomo una lanza y el
alguacil echó mano de su espada. Al ruido y voces que todos dimos, acudieron
los huéspedes y vecinos. Ellos, muy enojados,
procuraban desembarazarse de los que en medio estaban, para
matarse. Mas como la casa estaba llena de gente, viendo que no podían
enfrentarse con las armas, se insultaban y el alguacil dijo a mi amo que era un
falsario y que las bulas que predicaba eran falsas. Finalmente, los del pueblo,
se llevaron al alguacil a otra parte. Y así quedó mi amo muy enfadado.
A la mañana siguiente, mi amo fue a la Iglesia y mandó
llamar a todo el pueblo. Todos murmuraban de las bulas, diciendo que eran
falsas y que el mismo alguacil lo había descubierto; de manera que si no tenían
ganas de tomarlas, con aquello las aborrecieron. Mi amo se subió al púlpito y
comenzó su sermón y a animar la gente a que no quedasen sin el bien e
indulgencia de la Santa bula. Estando en lo mejor del sermón, entró por la
puerta de la Iglesia el alguacil y, en cuanto rezó, se levantó y con voz
potente comenzó a decir: - Buenos hombres, yo vine aquí con este estafador que
me engañó diciendo que si le favorecía en este negocio partiríamos la
ganancia(68). Pero arrepentido de lo que iba a hacer declaro que las bulas que
predica son falsas y que no le creáis ni las toméis que yo no soy parte en
ellas y que desde ahora renuncio a mi cargo. En cuanto acabó de hablar el
alguacil mi amo se hincó de rodillas en el púlpito y mirando al cielo, dijo
así: - Señor Dios, Tú sabes la verdad y cuán injustamente me han ofendido. Por
mi parte lo perdono. Mas la ofensa a ti hecha, te suplico que no la perdones
porque si alguno de los que están aquí había pensado tomar esta Santa bula, al
oír las falsas palabras de aquel hombre, lo dejará de hacer. Y como es tanto el
perjuicio, te suplico, Señor, que hagas un milagro y que, si es verdad lo que
aquel dice y que yo traigo maldad y falsedad, este púlpito se hunda conmigo
debajo de la tierra y jamás aparezcamos y que si es verdad lo que yo digo que
el alguacil sea castigado. En cuanto mi amo acabó su oración, el alguacil se
desplomó y dio tal golpe en el suelo que resonó en toda la iglesia y comenzó a
dar rugidos y echar espuma por la boca y a torcerla y hacer gestos con la cara
y a mover los pies y las manos, revolcándose por el suelo. El estruendo y voces
de la gente era tan grande que no se oían unos a otros. Algunos estaban
espantados y temerosos. Unos decían: - El Señor le socorra y valga. Y otros: -
Se lo merece porque levantaba falso testimonio. Finalmente, algunos de los que
allí estaban, a mi parecer con mucho miedo, le sujetaron los brazos y las
piernas y así le tuvieron un gran rato.
(68) Repartirían los beneficios entre los dos.
Mientras tanto, mi amo estaba en el púlpito de rodillas, con
las manos y los ojos puestos en el cielo, sin que el ruido y las voces que
había en la Iglesia pudieran apartarle de su divina contemplación. Aquellos
buenos hombres, dando voces, le despertaron y le suplicaron que socorriese al
alguacil que se estaba muriendo. Mi amo, como quien despierta de un dulce
sueño, los miró y muy tranquilamente les dijo: - Buenos hombres, puesto que
Dios nos manda que perdonemos las injurias, vamos todos a suplicarle que
perdone a éste que le ofendió. Y así bajó del púlpito y, muy devotamente, pidió
a Nuestro Señor que perdonase a aquel pecador y le devolviera la salud y el
sano juicio, sacándole el demonio que le había
poseído. Todos se hincaron de rodillas delante del altar y
comenzaron a cantar en voz baja una letanía. Trajeron la Cruz y el agua bendita
y mi amo comenzó una oración tan larga como devota, con la cual hizo llorar a
toda la gente. Y hecho esto, mandó traer la bula y se la puso en la cabeza y
entonces el pecador del alguacil comenzó, poco a poco, a encontrarse mejor. Y
en cuanto recobró la conciencia se echó a los pies de mi amo y le pidió perdón
y confesó haber dicho aquello por orden del demonio, porque el demonio no
quería el bien que allí se hacía a los que tomaban la bula. El señor mi amo le
perdonó y el pueblo entero corrió a tomar la bula: marido y mujer, hijos e
hijas, mozos y mozas.
Se divulgó la noticia por los pueblos cercanos y cuando a
ellos llegábamos, no era necesario sermón ni ir a la Iglesia. A la posada
venían a tomar la bula como si fuera de balde(69). Cuando esto ocurrió confieso
que, como otros muchos, creí que así había ocurrido, pero al ver las risas y
burlas que mi amo y el alguacil hacían con el negocio, me di cuenta del engaño
y pensé para mí: «¡cuántas de estas deben hacer estos burladores entre la gente
inocente!». Estuve con este, mi quinto amo, cerca de cuatro meses, en los
cuales pasé también bastantes fatigas, aunque me daba bien de comer a costa de
los curas y otros clérigos donde iba a predicar. (69) Gratis.
TRATADO SEXTO
Mi nuevo amo fue un maestro de pintar panderos al que yo le
preparaba los colores y con él también sufrí mil males. Después de éste, siendo
yo ya en este tiempo buen mozo, un capellán de la Catedral me tomó a su
servicio y puso a mi disposición un asno, cuatro cantaros y un azote y comencé
a vender agua por la ciudad. Daba cada día a mi amo treinta maravedís y yo me
quedaba con el resto y los sábados todo lo que ganaba era para mí. Me fue tan
bien en el oficio que con el trabajo de cuatro años pude ahorrar para comprar
ropa usada y compré un jubón(70) de fustán(71) viejo, un sayo(72) raído(73),
una capa y una espada de las viejas primeras de Cuéllar(74). En cuanto me vi
con hábito de hombre de bien(75), devolví a mi amo el asno y dejé aquel oficio.
(70) Vestidura que cubría desde los hombros hasta la
cintura, ceñida y ajustada al cuerpo. (71) Tela gruesa de algodón, con pelo por
una de sus caras. (72) Prenda de vestir holgada y sin botones que cubría el
cuerpo hasta la rodilla. (73) Muy gastado por el uso, aunque no roto. (74)
Cuéllar, pueblo de Segovia famoso por sus espadas. (75) Con buena apariencia.
TRATADO SÉPTIMO
Cuando me despedí del capellán, serví a un alguacil, muy
poco tiempo, por parecerme el oficio peligroso. Una noche unos delincuentes nos
persiguieron, a mí y a mi amo, a pedradas y a palos. A mi amo lo maltrataron
pero a mí no me alcanzaron. Y pensando de qué viviría quiso Dios ayudarme y
tuve la suerte de conseguir el cargo de pregonero(76) de Toledo que yo
desempeñaba con gran habilidad.
(76) Persona encargada de leer en voz alta los pregones
municipales y de hacer público lo que se quiere hacer saber a todos.
En este tiempo el señor Arcipreste(77) de San Salvador, me
casó con una criada suya(78) y hasta ahora no estoy arrepentido porque, además
de ser buena, diligente y servicial, obtengo del señor Arcipreste mucho favor y
ayuda. Durante el año nos regala trigo y carne y casi todos los domingos y
fiestas comemos en su casa. Pero las malas lenguas, que nunca faltaron ni
faltarán, no nos dejan vivir, diciendo «no sé qué y sí sé qué»(79), de que ven
a mi mujer ir a hacerle la cama y a darle de comer. Mi señor me habló un día
delante de ella, y me dijo: - Lázaro de Tormes, quien escucha dichos de malas
lenguas, nunca progresará. Tu mujer entra y sale de mi casa sin manchar tu
honra ni la suya y esto te lo prometo. Por tanto, no mires a lo que pueden
decir, sino a tu provecho. - Señor, -le dije- yo decidí arrimarme a los
buenos(80). Aunque es verdad que algunos de mis amigos me han dicho que, antes
de que conmigo se casase, había parido tres veces. Entonces mi mujer se puso a
llorar y a echar maldiciones sobre quien conmigo la había casado. Pero yo por
un lado y mi señor por otro, tanto le dijimos que cesó su llanto y le hice
juramento de que nunca más en mi vida le mencionaría nada de aquello y que yo
veía bien que ella entrase y saliese, de noche y de día, pues estaba seguro de
su bondad. Y así quedamos los tres bien conformes. Hasta el día de hoy, nunca
nadie nos oyó hablar del caso. Y cuando alguien quiere decir algo de ella, le
paro y le digo: - Mira: si sois amigo, no me digáis cosa que me pese, que no
tengo por mi amigo al que me hace pesar, sobre todo si me hablan mal de mi
mujer que es la cosa del mundo que yo más quiero y la amo más que a mí, que yo
juraré que es la más buena mujer de Toledo. Quien otra cosa me dijere, yo me
mataré con él(81). De esta manera no me dicen nada y yo tengo paz en mi casa.
Esto ocurrió el mismo año que nuestro Emperador entró en esta insigne ciudad de
Toledo y tuvo en ella Cortes(82). En este tiempo yo estaba en mi prosperidad y
en la cumbre de toda buena fortuna. Lo que de aquí adelante me ocurra se lo
contaré a Vuestra Merced.
(77) Sacerdote titular de varias parroquias de una misma
zona. (78) Muchos clérigos amancebados con mujeres las casaban con sus criados
y otras personas que admitían vivir en casa del clérigo para encubrir su
delito. (79) Coloquialmente, habladurías. (80) Lázaro consentía la relación
entre el Arcipreste y su mujer. (81) Lázaro no puede admitir su situación porque
a los maridos que por dinero consentían que sus mujeres tuvieran relaciones
carnales se les aplicaba la pena de diez años de galeras la primera vez y la
segunda vez cien azotes y galeras perpetuas. (82) Estas Cortes podrían ser las
de 1525.
La novela picaresca
irrumpió en un campo literario dominado
por la armonía de mundos imaginarios bellos y perfectos con la fuerza de un
huracán, para mostrar la otra cara del Imperio español: las tensiones sociales,
la pobreza de los sectores populares y su brutal lucha por la supervivencia, y
los abusos de los sectores privilegiados: la nobleza y el clero.
La picaresca ofreció
representaciones de temas como la avaricia, la lujuria, la falta de solidaridad
o la ambición desmedida en la vida cotidiana con un crudo realismo. Sorprende
que este género literario haya permitido hacer pública la corrupción y la hipocresía
de ciertos sectores de la iglesia católica en una época en que la Inquisición
era todopoderosa.
TRABAJO PRÁCTICO.
1. Respondan y justifiquen con citas
textuales.
a) ¿Por qué Lázaro puede caracterizarse como
un pícaro?
b) ¿Qué vicios o defectos humanos aparecen en
la novela?
c) ¿En qué momento se hace evidente la
libertad del protagonista?
d) ¿Cuál es el contenido anticlerical?
2. Rastreen en el texto segmentos donde
predomine el tono irónico-critico. Expliquen hacia que cuestiones se dirige la
ironía.
3. Completar el siguiente cuadro:
Tratado y amo.
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I Ciego.
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Lugar.
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Características de Lázaro.
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Episodios que suceden.
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Partida.
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Temas.
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Evolución de Lázaro.
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4. Escuchar la canción “Niño de la calle” de
Raúl Porcheto. Realizar la comparación entre la canción y la novela.
5. Escriban una aventura donde el pícaro sea
un personaje callejero actual. Utilicen recursos propios del humor (Adjunto
cuadro).
SATIRA.
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PARODIA
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ABSURDO
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IRONIA.
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EXAGERACION O HIPERBOLE
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Busca censurar o ridiculizar
comportamientos humanos, en ocasiones con intención didáctica o correctiva.
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Es la imitación burlesca de
una obra literaria o artística de cualquier clase.
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Consiste en relatar hechos
incoherentes o presentar situaciones disparatadas, interpretar erróneamente
una situación o el significado de una misma palabra.
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Consiste en dar a entender lo
contrario de lo que se dice.
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Consiste en sobredimensionar o
en llevar al límite la descripción de un hecho, de un objeto o de los
personajes y provocar así, el ridículo.
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Este trabajo práctico tendrán que entregarlo el día 29 de
mayo. Podrán hacer las consultas que necesiten por los distintos medios que
tienen.
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